Me ******* al sol, doy vueltas en la arena hasta que quedo totalmente rebozada. Hay un placer oculto que me embriaga en cada acto. La arena en mi pubis, el olor a salitre, el estruendo de las olas al chocar contra las rocas, el silencio. Tengo una pequeña casita, solitaria, situada sobre un espigón que parte el mar en dos. Muchas veces, cansada del ajetreo de mis viajes, me retiro unos días para que la tranquilidad embriague todo mi cuerpo. Pero necesito un hombre que sepa calmar mi sed de ****, mi *******, mis pensamientos morbosos que crecen a cada instante. Deseo ser objeto de una ******** insatisfecha, la muñequita de un caballero que le apetezca llevarme al territorio pecaminoso. Me siento completamente húmeda con solo pensarlo. Me llevo mi dedo al pubis y siento como se convulsiona, endureciéndose por momentos, mientras que mis pezones miran al cielo clamando a mi macho para que satisfaga mis necesidades atávicas. La tierra urge acercarse al amor como yo misma necesito que una mano me acaricie dulcemente recorriendo todas mis partes íntimas. ¿Cómo puedo estar sola sin pensar en el ****? Es imposible, ya que es la razón más importante de mi vida. Y recuerdo romances del pasado y pienso en los hombres de mi presente y futuro. Espero que sean muchos y muy imaginativos.